El 2019 ha transcurrido demasiado pronto diría quien vio como en un chasquido de dedos desaparecía dejando una leve sensación de oportunidad perdida. Porque al fin y al cabo el tiempo, esa convención humana que regula nuestra vida toda, no espera ni tiene preferidos. No fue distinto con el 2019, año de reyertas políticas, morales, existenciales. Es que se nos fue un año más y casi comenzamos uno nuevo con la misma intensidad y velocidad propia de tiempos cambiantes, posmodernos, fugaces. Atrás quedaron otras generaciones de hombres y mujeres, jóvenes y no tantos, que transitaron y recorrieron un nuevo ciclo liceal. Nuestra casa, envestida en renovada filosofía y buscando dar un mensaje pro activo y refundante, vio recorrer pasillos y espacios familiares a quienes habitaron sus aulas y ocuparon sus patios. Poco queda de aquella energía de Leandro o de la sonrisa casi permanente de Gioconda. El tiempo les propuso pelea desde el inicio, sabiendo que, a lo largo del año el estaría más cerca de vencer que de ser derrotado, porque conoce su más poderosa estrategia: él no se detiene, y se agota a su antojo sin importarle si los humanos pudimos conquistar nuestro plan inicial. Parece verse por allí algunos colegas que resisten sus enojos y leves frustraciones con sus alumnos de Ciclo Básico, por allá llegan los entusiasmados del P.U.E, y los ansiosos del Libre Asistido, pues ellos quieren salir de esta ronda de clases que los llevaran al fin a su egreso postergado por años. No menos ruido hacen los Bachilleres de la tarde, que parecen estar siempre dispuesto a ir contra la norma y lo establecido, pues en su sangre corre ya la rebeldía propia de los adolescentes y no logran disimular su descontento con cualquier convención que se les presento y les abofeteó la cara. Pero el 2019 no solo fue ruido de proyectos postergados hechos realidad, como el por fin terminado vagón de nuestro patio mayor, o los innumerables logros y conquistas de nuestros chicos en Clubes de Ciencia, de Jornadas Deportivas, solidarias, e inclusive de degustación gastronómica, también fue de conquistas individuales como las de Rodrigo y su primer paso en Bachillerato, o los de Franco y Agustina llenando de alegría y calor la mañana de algún helado día de invierno polar, o la belleza de espacios de literatura sublime y de valentía adolescente como los de Sofía, o la voz de Camila y Clara en armonía musical que recorrió otros lugares llenándolos de arte y poesía. Al final de todo esto, el tiempo sabía que todas las cosas que se comienzan, tarde o temprano acaban. Y encaramado en el hombro de todos, alumnos, docentes, funcionarios, directores y adscriptos, el recorrió un año más casi sin sentir su paso. Ni siquiera dejo mucho espacio para despedir a Elizabeth, esa compañera nueva que nos trajo para ofrecer un respiro, un soplo de renovado aire, justo ella que lo que menos tenia era tiempo por burocráticas razones que no vale la pena ni recordar aquí. Está bien 2019, has terminado, pero no creas que tu paso fue en vano. Ganamos en experiencia y aprendizaje, en solidaridad y algo de justicia, ganamos al fin y al cabo en conocimiento. Porque como dijera alguien que sabe de educación y logro: el camino es la recompensa. Autor: Prof. Pablo García (adscripto y docente efectivo del Liceo Jaime Beitler)