Editoriales

La enseñanza del tiempo. Por Lic. Pablo García

Una reflexión acerca del año vivido.

  • 18/12/2020 • 21:35

“La apelación nostálgica que pretende ir en busca de un tiempo perdido suele dirigir sus criticas a las condiciones en las que se desarrolla el enseñar y el aprender en los tiempos que corren. Las escuelas ya no son lo que eran…” 

 (Andrea Alliaud, Los Artesanos de la Enseñanza)

Cuando en marzo del 2020 abrimos las puertas de nuestro liceo todo era polvo…el vacío se hacia sentir, el olor a encierro, el caos, no sabíamos por donde comenzar a andar…

Increiblemente esto, sin saberlo y menos imaginarlo, era un presagio de lo que sería nuestro año laboral. Polvo, vacío, encierro… caos, términos que al final de este año bien podrían definirlo con precisión quirúrgica.

Es que el año, todo el, se nos fue arrebatado de un manotazo, la llegada de la Pandemia dio cuenta de manera sorpresiva y rápida de todos nuestros planes. No hubo lugar que quedase igual, todo sería modificado. El mundo recibía la llegada de un virus condenado a resistir cuanto sueño pudiésemos tener a lo largo del 2020.

La necesidad de readaptarse, desalinearse, correrse de la zona de confort diaria nos llevó al inicio a la tarea de ser incrédulos, incapaces de pensar que aun hoy estaríamos en el combate de tal pandemia. Es que creíamos casi ingenuamente que en 15 días volveríamos a la normalidad, como si se tratase de un evento fugaz y pasajero como el chasquido de dos dedos.

El tiempo, esa convención humana que nos encorseta en espacios y horarios rutinarios, que nos ordena, nos limita, nos comanda, ese tiempo Cronos, secuencial, seria transformado en un nuevo tiempo.

Ya la noción del mismo había sido llamada a la modificación, al cambio, y nos obligaría a pensar de una nueva manera en él.

 Es que siento que subestimamos el tiempo, que creímos que lo teníamos tomado por las astas, que a pesar de nuestro antojo el conservaría su condición de ordenador de nuestras vidas. Ya nada volvía a ser normal y el desencanto ganaba su partida cada minuto, hora, días, semanas…meses.

Sentados tras las pantallas, perplejos y anonadados, en sepulcral silencio de a ratos y en voraginal desorden y ruido en otros transcurriría este 2020.

Quédate en casa…como si el mandato categórico se hiciese ley perpetua. No pudimos, no supimos, no quisimos, quien sabe cuál le cabe a cada uno.

Lo cierto es que gano el desgano, el desencanto y gano con amplia ventaja. Estábamos jodidos en serio, no sabíamos a pesar de nuestros infinitos esfuerzos por ser creativos, novedosos, nuestras aulas ya nos serían las mismas, ni nuestros alumnos lo sabían. La nueva normalidad se erigía como nueva realidad, y nos llevó a lo largo del año lectivo a reacomodar piezas largo tiempo para buscar el mejor de los resultados, a intentar no perder las ganas, las energías, el encanto por la tarea de enseñar. Se impuso la virtualidad, se deshumanizo el proceso, se distancio el logro, se empobreció el tiempo de disfrute de la presencia del otro.

Y como si esto fuera poco, se nos obligó a callar un poco, se silenció nuestra voz a mínimo grado, se nos colocó un bozal…se impuso la necesidad del tapabocas como medida de evitar el contagio.

Aun peor, tuvimos que soportar la crítica casi despiadada de los siempre presentes negadores de la educación, los pseudocultos, los que hablan en las redes y no muestran mucho su rostro…”los docentes están de vacaciones aun”, “que los obliguen a ir a trabajar”, “este año es un año perdido”, “no aprendieron nada los estudiantes”. Todo esto fue el corolario de un año en tiempos de Pandemia.

Sin embargo, y a pesar de todo ello, aquí llegamos, con el barco hecho un despojo de madera que apenas flota, con las energías al límite, neuróticos, desencantados y sin dejar de salir del asombro en su totalidad. En nuestra bodega trajimos nuestras conquistas, nuestros logros, trofeos de nuestra batalla.

Reconocimientos en Clubes de Ciencia, egresados, reinas, cursos completados, tecnologías digitales que propiciaron aprendizajes nuevos, una visión renovada de la vida áulica toda, una nueva institución en reforma física que nos posicionara con posibilidad de seguir desarrollándonos como tal. Hemos crecido…en todos los aspectos que pudimos, que nos permitió este año condenado a ser olvidado…o recordado para siempre, como el año en que sobrevivimos tomados de la mano unos con otros.

Hemos sobrevivido para hacernos más fuerte…hemos aprendido a soltar, y eso nos hará recuperar el verdadero valor del tiempo. Adiós 2020, tu castigo no fue lo suficientemente feroz como para no desafiar el advenimiento de tu heredero 2021.

¡Salud y buen fin de año ¡